Me encuentro apurando mis últimas horas de padre sin hijo (también conocido como vacaciones en otros círculos), un periodo que ha durado 3 semanas y en el que he podido retomar pequeños placeres casi olvidados como leer o encender una consola (pintar espero retomarlo en breve, me lo tomo como un reto). Casi del tirón, he podido leerme esta Vaca Púrpura, un libro sobre marketing que tenía aparcado desde hace un año (como pasa el tiempo). No recuerdo donde fuí aconsejado sobre él, pero al menos hice los deberes, lo compré y lo añadí al pool de «papel pendiente de ojear». Merece la pena.
Su autor, Seth Godin, es un gurú de esto del marketing. Para mi era un desconocido hasta ayer, y posiblemente volverá a serlo, pues me encantan estos genios de las ventas que ilustran su conocimiento en libros; si fueran tan buenos vendedores en la vida real serían ricos y estarían retirados, pero viven de la teoría. Y de vender libros a gente como yo, claro. No es que me haya parecido un mal libro, pero me hace gracia la facilidad con la que narran las cosas desde la tranquilidad del papel y el procesador de textos. En todo caso, yo saco mis propias conclusiones de estas lecturas, a las que muchas veces ya había llegado usando la lógica pero que esta gente le ha puesto nombre y lo ha completado con experiencias personales para darle mayor empaque.
La Vaca Purpura es un concepto. Seth Godin llama así a un producto único, extraordinario, diferenciador. Algo que se sale de lo común, ya sea por su calidad o por su rareza, pero lo suficientemente interesante como para desmarcarse del resto de productos «similares». Hay que aprender a crear ese producto e identificarlo, para después venderlo, pero no usando lo que el llama «las técnicas de venta clásicas» de anuncios, sino basándose en un modelo de «early adopters» que lo venderán para ti en un mercado de clientes que están aburridos de la publicidad. Vamos, el boca a boca de toda la vida. Así, identifica no sólo productos, sino también tipos de clientes. Todo esto que parece muy orientado a la venta y publicidad, en realidad tiene validez para otras áreas de la vida, ya que lo que intenta el autor constantemente es ensalzar es la búsqueda de la superación personal, la forma de llegar al éxito saliendose de la norma establecida, arriesgándose a ser diferentes al resto, y no por ello peores.
Hay un capítulo en el que habla cómo desde crios se nos educa para no fracasar, se nos enseña a todos por igual, nadie puede destacar ni están permitidas las «piezas defectuosas». Esto, además de coartar la creatividad personal de cada uno, nos convierte en máquinas y no aprendemos a «aprender» de las críticas, que sirven para mejorar y corregir. Y aunque alguno consiga cultivar de manera particular estas cualidades, antes o después se encontrará con algún jefe educado en la «fábrica» que nos cortará las alas. A este concepto, en el cual no había caido, lo llama «miedo al miedo», y sólo por esta perla, ya me ha merecido la pena el libro (seguramente al leerlo cada cual sacará sus conclusiones).
El libro está estructurado en pequeños capítulos de entre 1 y 4 hojas, nunca más. Pequeñas dosis de sabiduría concentrada, imagino que con la intención de que el lector no se distraiga y se centre en esas pequeñas píldoras de información. Sin embargo hay 2 cosas que no me gustan del libro: que está demasiado orientado al mercado norteamericano (citando ejemplos de empresas que ni nos suenan, cuando sería más fácil de asimilar con ejemplos que conocemos) y que está escrito hace 10 años, quedando algunos ejemplos «desfasados». Me hubiera gustado encontrarme con una versión actualizada en la que, seguro, algún producto de Apple sería el ejemplo perfecto de Vaca Púrpura: no será técnicamente el mejor, pero ha sido creado con tanta pasión que todo el mundo desea tener uno, sin importar su precio o sus limitaciones. Estoy seguro que el autor hubiera elegido el iPhone como ejemplo, ya que es un producto que ya existía (el movil) y que supo reinventar un nicho de mercado agotado.
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